Iron Maiden [A Matter Of Life And Death] Nuevo Disco
Antes Iron Maiden ya ha sonado épico... Antes Iron Maiden ya ha sonado progresivo... Y antes Iron Maiden ya ha sonado crudo... Pero nunca había reunido estos tres espectros como lo hace en "A Matter Of Life And Death", un disco sumamente inspirado, intenso, violento y grande, resultado del vasto territorio desplegado para hacer la intersección de todos estos sonidos. La naturalidad con que fluye su profundo contenido es desconcertante, la espontaneidad con que se van intrincando las canciones es aterradora, y la facilidad con que lo hacen después de todos estos años es señal de que algo excepcionalmente bueno se está cuajando.‘Phantom Of The Opera’ podría ser referente de esta amalgama, pero el disco apenas tiene asomos de himnos galopantes y, curiosamente, tampoco de las clásicas e inmortales paralelas de guitarras, haciendo que el álbum sea menos obvio o más "rebuscado", si se quisiera decir, ya que la menor cantidad de recursos comunes, inevitablemente tienen que surgir otros.
De ahí se origina en parte la dimensión "progresiva" del álbum. Pero cuidado, estamos hablando de Iron Maiden, una banda que no negocia, una banda que no transa. Pese a todo, hay momentos que son verdadero pan y circo para los fanáticos. El coro antémico de ‘These Colours Don’t Run’, el más gigantesco aun de ‘For The Greater Good Of God’, la sección instrumental de ‘The Reincarnation Of Benjamin Breeg’ y sus líneas vocales, las partes de ‘Lord Of Light’ que recuerdan a ‘Caught Somewhere In Time’ u ‘Only The Good Die Young’, el desarrollo vibrante de ‘The Legacy’... Hay pocas bandas que están tan conectadas con los intereses de sus seguidores y esto es justamente lo que esperan cuando se anticipa un trabajo de este tipo.
Los temas bélicos son otro irresistible y en "A Matter Of Life And Death" se divisan algunos con atmósferas terroríficamente espeluznantes. Mientras que "Dance Of Death" se tomaba la muerte de una forma más teatral, el nuevo la encara con duro realismo, ya que trata la guerra no en su sentido romántico, noble o heroico, como lo hacen los tremendos ‘Where Eagles Dare’, ‘The Trooper’ o ‘Aces High’, sino que se enfoca en su crudeza, en su miseria, en su dolor, en su caos y en su horror.
El álbum describe infiernos en la tierra de una manera francamente colosal, alejados de los fantasiosos que Steve Harris soñaba y traspasaba a ‘The Number Of The Beast’, o quizás también a ‘Dance Of Death’. Son de personas y naciones, reales y palpables. ‘The Longest Day’ adquiere dimensiones épicas atroces gracias a este pavoroso apronte. Se siente el olor a sangre, a cadáveres fulminados, a miedo y a muerte entre el humo de cañones, metralletas, morteros, misiles, minas, alambres de púa y gas mostaza.
No somos los hijos de Dios, ya no somos su pueblo elegido... reflexiona tristemente el comienzo de ‘Brighter Than A Thousand Suns’, pues cuando la humanidad alcanza el poder para aniquilarse a ella misma con la bomba atómica y se da cuenta de esta terrible realidad, se olvida de sus dioses milenarios y se convierte en engendro del miedo, un temor que controla, que susurra al oído que el fin está cerca, al alcance de sus propias manos y muy próximo en el tiempo.
‘These Colours Don’t Run’ relata la suerte de los que escogen ser soldados, de los que tienen que flamear su estandarte por encima de los charcos de sangre y bajo la lluvia de balas y bombardeos. Así ha de haberse sentido Bruce Dickinson el año pasado durante el último show del Ozzfest, cuando Sharon Osbourne le arrojaba huevos mientras él cantaba ‘The Trooper’ con la bandera británica en mano y vestido de uniforme. "This is a fucking British flag, and these colours don't fucking run!", respondió furiosamente el vocalista, frase que se inmortalizó en esta igual de memorable canción. Infame suceso, pero esto parece haber motivado a Bruce Dickinson para realizar, posiblemente, su desempeño más brillante desde volvió a Iron Maiden, traido por sus letras brutalmente profundas y performance soberbio. Es verdad que los rumbos del material requerían a un Bruce gigante, dramático y operático, pero no deja de maravillar, sin siquiera tener que considerar que está llegando a sus cincuenta años.
Estos son tres de los cuatro temas escritos en conjunto por Adrian Smith, Bruce Dickinson y Steve Harris, lo que trae de vuelta ciertos matices progresivos registrados en "Seventh Son Of A Seventh Son", el primer y único disco de los años dorados de Iron Maiden donde se decidieron a escribir juntos más de sólo una canción. La reunión trajo consigo la posibilidad de que pudiésemos escuchar al trío compositivo en ‘The Wicker Man’ el 2000 y ‘Face In The Sand’ el 2003, pero el 2006 el aporte es determinante y crítico.
Pero si "A Matter Of Life And Death" va a ser recordado por la masiva colaboración de este legendario equipo, también tendrá que serlo por la participación de Steve Harris, quien repite lo que hizo en "Brave New World", es decir, estar presente en los créditos de todas las canciones. Quizás él haya sido el principal interesado en que el álbum tomara los ribetes que tomó y que por ello no haya querido dejar nada fuera de su control. Y al mismo tiempo, ‘For The Greater Good Of God’ es la única que escribe solo. Su monumental coro es un himno para ser cantado por estadios repletos, para prender bengalas, para ondear banderas, para alzar puños, para emocionarse... la melodía se repite y se repite, pero cada vez se escucha mejor y mejor, con más pasión, con más estruendo. Se dijo que escasamente se hallaban tales cosas en el álbum, pero esto es Steve Harris en su máxima expresión, en un tema que se pregunta en qué fracasaron las religiones para que hoy sean motores de diferencias, conflictos, guerras y muertes.
Según Maiden esto no es sólo de ahora, porque en ‘The Pilgrim’ revisan cómo en el pasado también se actuaba en nombre de divinidades, trayendo las mismas consecuencias, una canción que inteligentemente se puede extrapolar a lo que pasa hoy. En efecto, la genialidad de Iron Maiden post reunión ha sido el reflejar tanto con metáforas y mensajes inequívocos el tiempo que les tocó salir. Ahí está en forma simultánea el parecido y la diferencia entre "Brave New World" y "A Matter Of Life And Death".
El primero nació en días que la humanidad veía con júbilo el cambio de milenio, fijando sus esperanzas hacia el futuro que se venía por delante y que parecía depender sólo de la buena voluntad y del entendimiento. Habíamos llegado al siglo XXI haciéndole el quite al profetizado Apocalipsis. El miedo había finalizado. Era un nuevo comienzo, era un nuevo mundo, y el disco se contagiaba de ello, era positivo, era optimista. El hombre había pasado su prueba... ¿Qué sucedió que ahora volvimos a un mundo oscuro? Nuevos enfrentamientos, desastres, tragedias, sufrimientos, enfermedades, muertes... La brutalidad la ilustra la portada de Timothy Bradstreet en la que aparece un Eddie vagamente similar a aquel de ‘Two Minutes To Midnight’, comandando desde un imponente tanque a soldados corroídos hasta los huesos, dirigiéndolos a través de un negro, desolado, mortífero y atronador campo de batalla. Ese símbolo de Eddie con caso y metralletas cruzadas ya es una imagen clásica y la carátula es por mucho la más espeluznante que han tenido en años.
El cometido de uno y otro disco resulta distinto, además, por la producción. Esta vez, "A Matter Of Life And Death" triunfa en lo que "No Prayer For The Dying" había fracasado: lograr un sonido lleno de crudeza. Bruce Dickinson se da el lujo de sonar "desprolijo", poco elegante y "descuidado" en los coros. La batería de Nicko McBrain es afiladísima, con platillos brillantes y cajas como secos estruendos. El bajo de Harris vuelve a golpear sus cuerdas contra la madera, como no sucedía hace tiempo, lo que se escucha incluso en la ácida, pesada y perturbadora ‘The Reincarnation Of Benjamin Breeg’, canción que Dave Murray escribe a partir de la guitarra y no del bajo como claramente lo hace Steve. Sin parecerse a nada de lo que ha hecho antes, supe de inmediato que Murray estaba detrás de esa canción la primera vez que la escuché. ¿Fueron los gruesos riff?, ¿el desbordante solo?, ¿su in crescendo apoteósico?, no lo sé, pero sobresalía su personalidad en lo aparentemente inexplorado y por eso creo yo, esta es mi opinión y no hago responsable a nadie más, que Benjamin Breeg es su composición más espectacular y profunda que ha hecho en Iron Maiden.
Quien queda un poco rezagado es Janick Gers, quien se apunta en sólo en dos temas... ¡pero de qué forma! ‘The Legacy’ es la única que prescinde de estribillos y estructuras tradicionales. Ella reparte toda su fuerza en el guión musical que se apoya, desde la sección folklórica, pasando por sus marchas que invocan a ‘To Tame A Land’, hasta su desbordada sección final que respira, suda y huele a puro Iron Maiden. No sé en todo caso cómo Harris y Dickinson pudieron sentarse a dar forma a ‘Out Of The Shadows’. De seguro fue el cantante quien le agregó los aires de ‘Tears Of A Dragon’ y el bajista quien le añadió los toques de ‘Children Of The Damned’.
"A Matter Of Life And Death" se fortalece por factores que en los ochenta hicieron especiales a los álbumes más importantes del grupo. Nadie puede decir que por ello el disco se transformará en un trabajo tan trascendente como esos clásicos, pero la composición, la naturalidad, esa sensación de que lograron inspirarse para crear algo en que nada pudo haber salido mejor y todas las piezas encajan, definitivamente están. Este es en el peor de los casos el mejor álbum de Iron Maiden tras la reunión. Quienes como yo se conformaban con que sólo sacaran producciones entretenidas a estas alturas de su trayectoria, van a encontrarse con un material que va mucho más allá. Maiden bélico, Maiden épico, Maiden furioso... la historia siempre se escribe con la mejor pluma... sólo el tiempo será juez.